Las casas en las que he vivido siempre han sido pequeñas.
Dos cuartos,
Un baño,
Una cocina,
Una sala,
Un patio sin césped,
Sin fuente,
Sin un labrador ladrando.
Es por eso que a falta de espacios comunes, en mi familia, nos fuimos refugiando en las habitaciones que tarde o temprano se convirtieron en cajas de manías y trastornos de la personalidad.
En mi caso, mis cuatro paredes fueron testigos de ratos de lectura, de horas de angustia, de días de resentimiento, minutos de masturbación.
Lo hice mío a fuerza de pósters, después de pintura, al final de telarañas.
Es curioso como ahora lo dejo descansar en un suéter tejido por arácnidos.
Es curioso como ahora lo dejo adormecido entre cajas de ropa y una ventana al sol.
…
Ahora me espera uno nuevo.
Un extraño para mí.
He dormido en pocos cuartos en mi vida.
Han sido azules, amarillos, calurosos – amables, fríos… solos.
He aprendido que están vivos y que guardan secretos.
Y que pueden ser silenciosos si se lo proponen.
No he pretendido explicarme detalladamente quien vivió allí.
Sé que él polvo acumulado, las cortinas rasgadas, los objetos olvidados tienen muchas mas cosas que contarme.
Es decir: el cenicero de mamá
Las tijeras de mis tías
Sus tiempos, sus relojes,
Las goteras
Mis telarañas.
Creo que el cuatro es un número mágico.
Significa persona,
Y habitación.
hábitos.
septiembre 29, 2008 | | . el Sol., Hoy
texto del taller de fotografía con Héctor Maldonado.
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1 comentarios:
quisiera ver las fotos que vas sacand en el taller, se escuchan muy suaves
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